ADICO y Acircandonos con los niños Ucranianos
Acircandonos es una asociación cultual sin ánimo de lucro, cuyo objetivo es llevar el circo y las sonrisas a lugares donde haya ocurrido una catástrofe natural, una guerra o donde la población sufra. Debido a la guerra en Ucrania, miles de personas han huido a campos de refugiados en Polonia. ADICO ha apoyado esta impagable iniciativa para acercar a los payasos a estos campos de refugiados habilitados en Varsovia, Lublin y otros pueblos circundantes.
Os trasladamos la experiencia de uno de nuestros colaboradores sobre el terreno.
Desde nuestra llegada a Varsovia (Polonia), sabíamos que este proyecto conjunto entre Acircandonos y Payasos sin Fronteras España, iba a representar un reto especial, pues sólo han pasado 5 meses desde que la guerra en Ucrania comenzó y miles de personas tuvieron que huir de sus casas.
Por nuestro trabajo, sabemos lo que es sentirse fuera de casa, lo duro, difícil y cansado que es aún sabiendo que en cualquier momento volveremos a ella. Por ello, es difícil imaginar la sensación cuando no sabes si podrás volver a ella, o incluso si «casa» seguirá existiendo.
A pesar de que la situación de los refugiados haya mejorado mucho desde el mes de marzo, en términos de organización y acogida, la llegada al lugar del primer espectáculo, no nos dejó indiferente y, no podemos negar, que se nos encogió el corazón y el alma …
Cientos de camas alineadas en naves industriales, familias buscando un poco de intimidad detrás de unos improvisados muros hechos con mantas y decenas de niños corriendo a nuestro lado para disfrutar del espectáculo hizo que tomáramos aún mayor conciencia de la necesidad de este proyecto.
A partir de este momento, los tres miembros de la expedición (Nacho, Mateo y Hugo) sacaron brillo a sus narices rojas, a sus malabares y sus pinturas pues supieron que el ritmo intenso de espectáculos programados, bien merecía la pena. Sin días de descanso, con 2 o 3 actuaciones por día y varios desplazamientos en coche para ir de un lugar a otro hacían que al llegar al hotel donde nos alojamos, cayéramos rendidos de cansancio, pero con el corazón lleno de todas esas miradas, risas, juegos y abrazos que los niños nos habían devuelto.
Nadarzyn, Przystanek swetlica, Ilmet, Konstancin-Jeziorna, Zeromskiego, Warszawa, Lukasinskiego, Willa Wiosenna, Smolna, Siedlce, Janów Podlaski, Kreznica Jara, Helios, Nateczow y Lublin han sido los lugares donde hemos podido actuar, en ocasiones para más de 100 personas, en ocasiones para 20 o 30…
Esto último, el número de personas que estaban presentes en un show, nos llevó a tener una conversación muy interesante con nuestra contraparte acerca de cómo, en ocasiones, las ganas de alcanzar al máximo de posible, hace que se valoren menos o se dé una menos importancia a los pequeños grupos que no dejan de sufrir la misma situación de precariedad y necesidad de apoyo emocional, pues no dejan de ser personas que huyen de la guerra y se organizan en grupos menores por orden de las autoridades de país de acogida…
¡Y no podemos olvidar que, muchos pequeños grupos de personas, hacen un gran número de las mismas!
Son decenas de anécdotas las que nos han pasado a lo largo de estos 19 espectáculos y las más de 1200 personas alcanzadas, desde niñas que nos obsequian con un anillo diminuto, niños que comparten sus caramelos con nosotros o, simplemente, nos dan unas flores que acaban de encontrar en el parque, hasta ancianas que, al acabar el show, nos cantan en su idioma dándonos las gracias y compartimos unos pasos de baile… Muchas y dispares emociones vividas en estos días que se han hecho un hueco en nuestros corazones: duras miradas que por un rato se convierten en miradas curiosas, cercanas, íntimas, expectantes, bocas dolidas que van derivando en sonrisas, risas llegando incluso a carcajadas. Ver cómo niñas, niños, adolescentes, adultos y ancianos se van deshaciendo, poco a poco, de la mochila cargada de dolor, añoranza, perdidas, morriña e incertidumbre para disfrutar de las payasadas estos tres payasos han tratado de hacer llegar.
La última noche, mientras hacíamos nuestras maletas en el hotel para salir al día siguiente al aeropuerto, hicimos memoria de todas estas anécdotas, de todos los elementos que podemos mejorar para próximos proyectos y compartir la sensación que hemos tenido varias veces de que, con risas, juegos y amor, hemos llenado el vacío paterno de estos niños, pues sus padres se encuentran en el frente.
Nos volvemos llenos de emociones y deseos de que, ojalá, nuestras misiones dejen de ser necesarias, pero, hasta que este momento llegue, tendremos nuestras narices preparadas.